miércoles, 16 de diciembre de 2009

20. Aroma en nuestras manos




    

     Acabo de volver de tu casa y mis manos siguen oliendo a ti. Es
como si hubiesen permanecido dentro de ti durante una eternidad. No
puedo creer que ya haya acabado. Mientras hace pocas horas sobrepasaba
los límites de la vida ahora sólo me encuadra una habitación sin
salida, sin puertas, sin ventanas. Esto es una cárcel y tus brazos no
son los barrotes.

     Y podrás llamarme avariciosa pero voy a seguir pidiendo. Te
pediré siempre. Regálame otra noche y prométeme que no será la última.
Quiero volver a desnudarte mientras mis manos tiemblan sin cesar, como
si fuera la primera vez que esta timidez me invade, como si fuera la
primera noche o incluso la primera vez. Te pediré desnudarte poquito a
poco… o tal vez rápido, ya sabes que las ansias ganan al autocontrol.

     Te pido que los besos desencadenen el más dulce sexo. Ilimitado.
Eso quiero, más allá del infinito, una noche en que las sábanas nos
ahoguen, uf, tengo demasiado calor. Te pido sexo.
     Regálame tus risas tras esa escena. Regálame esa mirada cómplice
de deseo. Que me agarres y me digas que no quieres que me vaya, que me
quede contigo otra vez, que me cosas a la cama y que los hilos sean tu
sudor. Vamos a amarnos otra vez. Sólo te pido eso, que vuelvas a
quererme y te adentres en mi ombligo como si de una ola cálida se
tratara.

     De un lado a otro, aquí, allí y allá. Después en este otro
rincón, y si quieres también en el balcón. ¿Y por qué no sobre el frio
suelo? El frio suelo que caliente se tornará.
     Y me desprenderé de toda inocencia; te pediré que me toques así
y también lo hagas de esta otra manera. Porque, aunque ya lo sepas,
necesito gritártelo flojito al oído. Ah, y también hablarán tus dedos
con los míos soñando cada pestañear, cada grito, cada suspiro, cada
todo que nos define como vivos.

     Y nos atarán cadenas que no encadenan, y tú podrás ser todo lo
infiel que quieras. Y yo podré ser todo lo infiel que quiera. Y te
traicionaré mil veces sólo contigo, únicamente contigo… sin
desprenderme de esas cadenas que no encadenan, de esta condenada
libertad, de todo ello. Porque sólo soy libre si eres tú quien se
acuesta en mi cama.

     Y ahora es el momento: mátame a besos que ya no puedo verte.
Cierro los ojos y mi cuerpo está curvado ¿muerta en vida o es que he
vuelto a nacer? Me abrazas. Siempre lo haces en estos momentos.

     Y ahora me pides tú a mí… y aquí, y allí, y así y ahora vuelves
a tocarme y yo no puedo dejar de hacerlo. Que vuelvan a hablar estas
manos que nos susurran palabras que nadie más conoce.
     Tus labios recorren los míos y ahora quiero abrazarte y unir mi
cuerpo al tuyo. Que somos una única pieza. Y tú siempre tan suave y
tan sutil… y yo a veces demasiado brusca incluso cuando todos los
secretos ya han sido contados.

     Mi vello se ha erizado pero no es por frio sino por tu mordisco
suave en el cuello. No te pases, cariño.

     ¿Y cuándo me dirás que me has echado de…? No me das tiempo a
acabar siquiera de pensar:

     “Te he echado tanto de menos”.

     Devórame. Hazlo por favor. Devórame. Recorre mi cuerpo con los
labios que yo lo haré con los míos. Uf, cómo te gusta dominarme…. cómo
me gusta que lo hagas.

     ¿Y mi ropa? La arrancaste hace rato y yo no me di ni cuenta. Mis
manos vuelven a hablar con tu vello, con tu piel, con tus manos. Te
aprietan fuerte como tú lo haces. Te acarician suavemente.
     Y te desnudo aunque ya no vistas ropa. Y te quiero aunque sea la
primera vez. Y te quiero aunque sea la primera noche juntos. Y te
quiero y me quieres y por eso no quieres que me vaya.
     Y de repente las manos se encuentran y se apagan, y yo me apago
con ellas. Y tú te apagas con ellas junto a un fiel orgasmo que se ha
evaporado. Te miro… creo que es la primera vez que puedo mirarte a los
ojos. Te miro y aun así sigo queriendo apartar mi mirada… vuelve la
inocencia hasta el próximo amanecer.

     No hay mejor paraíso que esta pequeña cama a oscuras. Y tú eres
tan débil como yo aunque controles la situación. Tú eres tan débil
como yo… que aún no me he ido y ya me echas de menos. Pero me voy. Me
voy para volver… y volveré durante cada día, durante cada año. Y
volveré cada noche en tus sueños y estímulos. Y volveré el sábado que
te anhele. El sábado que me anheles.

     Estar enamorado se te dio bien desde el principio:
     “No te vayas por favor”
     “Un día no tendré que marchar”.

     Acabo de volver de tu casa y mis manos siguen oliendo a ti. Es
como si hubiesen permanecido dentro de ti durante una eternidad....

  

7 comentarios:

***© BaBy*** 16 de diciembre de 2009, 17:54  

Me gustó mucho .

Un beso muy calido.

Alfonso 18 de diciembre de 2009, 7:17  

Precioso Miriam, el recuerdo del ser amado perdura siempre, en su tacto, en su aroma, en tú piel, recuerdo nunca olvidado...

Besos.

© Capri 18 de diciembre de 2009, 12:26  

El olor de los amantes que siempre queda impregnado en la piel...

Muy bueno Miriam

Carl 21 de diciembre de 2009, 2:34  

Poético, intenso, preciosa descripción de esa sensación que te invade cuando está en ti sin estar. Me gustó.
Un beso.

Anónimo,  21 de diciembre de 2009, 20:37  

Deliciosa sensacion.

Un besazo guapísima.

Ipnauj 29 de diciembre de 2009, 15:05  

El amor nos hace exquisitamente vulnerables.

Un gran saludo.

  © Blogger templates The Professional Template by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP